Frío, angustia y hasta temor, eran los sentimientos que rondaban a Mariana Cecilia Piña mientras dormía en una de las heladas calles bogotanas. Su llegada a Colombia fue bastante difícil, tuvo que buscar empleo y no contaba con dinero para poder pagar una habitación o un cupo en algún sitio para pernoctar.
Llegó en 2017 desde Venezuela, país en el que nació. Allí creció con su abuela materna en el estado de Carabobo; lugar en el que hizo su bachillerato y se graduó de enfermera. Sus ganas de ayudar a los demás hizo que se inclinara por el sector de la salud, creía firmemente que desde allí sería muy útil para contribuir a otros que necesitaban a alguien en momentos difíciles.
Tuvo la fortuna de ejercer su carrera y estaba contenta de hacerlo, pero como a millones de sus compatriotas, la adversa situación económica la llevó a trabajar largas jornadas, lo cual le impedía estar con su familia y ver a su hija. El dinero comenzó a escasear y no hubo otro camino que comenzar una nueva vida en Colombia, a donde viajó sola en primera instancia.
No le importó llegar más que con unos cuantos pesos en el bolsillo a rebuscársela. Mariana estaba empeñada en construir un futuro mejor para ella y su familia, así tuviera que arrancar de la nada y sin ellos. Claramente, no fue fácil y tuvo noches en las que simplemente dormía a la intemperie en alguna calle de la Capital del país.
Luego de cuatro interminables meses, pudo ubicarse laboralmente cuidando adultos mayores en un hogar especializado para esta población. Su conocimiento como enfermera hizo que le dieran una “oportunidad” allí, aunque, cuenta, no estaba bien remunerada, pero de todas maneras podía cubrir algunas necesidades básicas.
En su tiempo libre asistía a bibliotecas con el objetivo de hallar un trabajo mejor pago y que tuviera un horario fijo, ya que se sentía -en cierta forma- explotada por los extensos horarios de trabajo que debía cumplir. De un momento a otro, en el amplío mundo de las redes sociales, descubrió un cargo de secretaria que tomó, pero, nuevamente, no era lo mejor financieramente; lo positivo era que, por lo menos, manejaría unas horas fijas y así podría disfrutar tiempo con su hija que había llegado a Colombia.
Apareció la pandemia del COVID-19 y se quedó sin puesto, pero Mariana con ese espíritu inquebrantable que la caracterizaba no se amilanó ante la situación. Tenía ahorrados 400 mil pesos y empezó a idear maneras para mejorar sus finanzas. Entonces vio la oportunidad de comprar un “carrito” de comidas rápidas y usó el dinero guardado para emprender.
Al mismo tiempo, como usaba tanto internet para mejorar su calidad de vida, al estar navegando vio otra oportunidad, pues conoció el programa Empropaz al que se inscribió, después de ser seleccionada para formar parte del mismo, recibió formación especializada y acompañamiento psicosocial, al tiempo que comenzaba su propio negocio con las comidas, lo que resultó ser una combinación ideal para sus planes.
“Al iniciar vendía dedos, empanadas, tintos, caramelos y cigarrillos, entre otras cosas. Me sentía feliz y logré solventar deudas. Además, con el acompañamiento y enseñanzas de Empropaz iba implementando cosas para manejar mis finanzas de manera adecuada”, asegura la emprendedora.
Asimismo, expresa que valora mucho el componente de “apoyo psicosocial, ya que siempre hubo una palabra de aliento. Yo contaba mis problemas y, más allá de la formación, ese tema psicológico fue demasiado importante para adaptarse a la nueva vida y a triunfar en el negocio que estaba creando”.
Mariana, contó que pasó de una mentalidad de gastar lo que recibía a analizar en qué invertir, asimismo que debía ahorrar en caso de alguna eventualidad, sobre todo porque ya había tenido la experiencia de que en cualquier momento la situación se puede poner compleja y es importante tener “un colchón” que le permita amortiguar “los golpes”.
“Empropaz, a través de Bancamía, me aprobaron un crédito semilla para que mi ‘carrito’ pudiera convertirse en un punto físico. Con el local voy a ampliar el menú y hacer unos arreglos locativos. Ya hice la inversión en nevera, microondas, insumos y otros artículos que estaban presupuestados, lo importante es saber reinvertir. Esto no me va quedar grande”, cuenta con entusiasmo.
Con mucha templanza y tenacidad, Mariana ha podido ayudar a su abuela, mamá y hermana, para que lleguen a Colombia desde Venezuela; su visión es que ellas puedan contribuir al proyecto de emprendimiento que está desarrollando y que se convierta en un plan familiar.

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