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Una madre cabeza de hogar que hace honor a la tradición familiar y cultiva su futuro.

Angélica Valbuena es una madre cabeza de familia de dos hijos: María José de 15 años y Fabián de 11, quienes estudiaron hasta el año pasado en la finca demostrativa. Tanto Angélica como sus padres y su hermano se dedican al cultivo de hortalizas desde hace 20 años. A sus 39 años, ella aprendió las medidas de adaptación contra el cambio climático por su hermano, quien inició en la finca demostrativa sus estudios y les contaba a sus familiares cómo se realizaban los procesos para que todos aprendieran y pusieran en práctica en la casa.

Por tradición familiar, se dedican a cultivar las hortalizas y venderlas directamente en bicicletas por todo Ubaté. Se levantan a las 5:30 a.m. todos los días, empacan desde las 6 am y a las 8 am salen en las cuatro ciclas para venderlas a los habitantes de Ubaté. Sus hortalizas son muy conocidas y famosas, pues los clientes los esperan durante el día y cuando ven las ciclas salen a comprarles.

Las ventas se realizan durante el recorrido diario desde las 8 am hasta las 4 p.m. cuando regresan a Palo Gordo para terminar su jornada. Aunque extenuados, llegan felices a su casa, ubicada a 15 minutos de Ubaté en bicicleta, por la amabilidad y fidelidad de sus clientes que siempre los esperan para comprarles sus productos.

Desde hace 20 años cultivan lechuga, cilantro, espinaca y preparan abonos orgánicos para reutilizar en el cultivo de cada una de estas. Aprendieron que mezclar ají, cebolla y ajo licuado y con dos a tres días de fermentación funciona para producir un excelente abono que retira los bichos y pone más bonitas las hortalizas en comparación con el uso de los químicos como alicyn que cambian el sabor de las hortalizas y dañan el terreno para los siguientes cultivos.

Aunque hace unos años arrancaron cultivando tomate chonto, tomate cherry y tomate de ensalada, este cultivo les trajo amarguras. No solo por ser el segundo producto más difícil de cultivar entre las hortalizas, sino porque las grandes empresas que les compraban las cosechas los engañaban y no les pagaban el producto. Incluso, en una cosecha los padres de Angélica perdieron todo y quedaron con una deuda de 3 millones de pesos que aún están pagando.

Por ello, desistieron del cultivo de tomates. Con más ganas que miedo, arrancaron el de la lechuga, el cilantro y la espinaca, productos estrella con los que hoy son reconocidos en Ubaté. Los clientes destacan el sabor, el color y el tamaño de cada una de ellas, además de ser orgánicas. Por ejemplo, el cilantro es el más apetecido por los clientes y a la vez es el que tiene más cuidados, ya que se debe limpiar todos los días para que no se ponga amarillo y pierda su sabor. Por supuesto, también han aprendido a cultivar arveja, habichuela, coliflor y brocolí, solo que estos dos últimos no fueron tan apetecidos por los habitantes de la región.

Angélica comenta que la mayor dificultad para el cultivo de hortalizas en la región ha sido el acceso al agua, debido a que ellos no pueden usar el agua potable en el cuidado de los cultivos, por eso usan pocetas con plástico para almacenar aguas lluvias y llevar la cantidad necesaria para cada cultivo.

Ahora Angélica se dedica al negocio familiar por temporadas. Trabaja en una fábrica de queso que demanda su mano de obra durante febrero, junio, julio y septiembre. Y cuando termina la temporada alta de quesos, almojábanas, arepas de choclo, toma un receso de la fábrica y apoya a su familia en todo el proceso cultivo y venta de las hortalizas.

El amor y la dedicación por las hortalizas lo debe a sus padres y a la finca demostrativa, donde su hermano y familia encontraron aprendizajes para el cuidado de las mismas. En sus palabras dice que es muy bueno y productivo aprender en la finca medidas y técnicas aplicables a sus actividades productivas, ya que puede realizar sus propios abonos para darle mejor sabor a las hortalizas orgánicas.

Otras técnicas que le interesaron a Angélica fueron el riego de agua y la hidroponía, y por eso asegura que, si tuviera más recursos económicos y personal para trabajar, lo implementaría de una vez y podría aumentar su capacidad de producción en los cultivos. Mientras puede suplir de infraestructura el negocio familiar, está agradecida con Bancamía porque con el préstamo que realizó su familia ha podido progresar y espera que a mediados de este año pueda refinanciar y pedir un crédito para un galpón de pollo blanco para la venta.

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